Una experiencia moderna
Redacción / Patricia Ruan
Diseñada por el arquitecto Fernando Borrero en 1955, esta casa de 294 metros cuadrados es una muestra afortunada de cómo se han conservado sus características arquitectónicas y espaciales, lo que la convierte en un buen ejemplo de la arquitectura moderna que se construyó en Cali en la década del cincuenta. (Variaciones cromáticas)
En 1955, cuando se edificó esta casa de 294 metros cuadrados, el modernismo estaba en auge y era la norma que habría de guiar el diseño arquitectónico en Colombia durante las décadas siguientes. Esta en particular es una obra del arquitecto Fernando Borrero, de la firma Borrero, Zamorano y Giovanelli, una de las más emblemáticas de la arquitectura vallecaucana, autora de proyectos de carácter comercial y público entre los que se destacan edificios como la sede del Banco Cafetero y casas como esta, intervenida recientemente por un equipo integrado por Margarita Gómez y Denise Akerman, de Design Ampur, y la arquitecta Cecilia Fernández. (La dimensión de lo humano)
Con tan solo tres propietarios a lo largo de su historia, los actuales dueños de la casa y los que precedieron han sabido conservar su espíritu intacto y valorar su legado arquitectónico manteniendo sus características originales, aun cuando esta fue sometida a una serie de actualizaciones, tales como la de la cocina y los baños para ajustarse a los estándares actuales del confort.
La casa invita a ser vivida hacia dentro. En su fachada nada anticipa lo que se halla detrás de un muro blanco y un gran portón de madera, pero una vez se cruza el umbral aparece en todo su esplendor esta casa franca y abierta, que fue concebida para ser vivida de cara a la naturaleza y a los elementos. Dice Rodrigo Tascón en su libro La arquitectura moderna en Cali. La obra de Borrero, Zamorano y Giovanell: “los volúmenes, los muros y los pisos sólo cumplen el cometido de envolver un espacio para desarrollar la vida”.
Construida dentro de los lineamientos de la arquitectura moderna, con plantas libres, presencia de grandes ventanales, cubiertas-jardín, limpias formas geométricas y un trabajo con materiales novedosos en su momento, como el concreto armado y el acero, la casa es una fina expresión de algunos de estos conceptos. Se destaca en ella cierto aire misterioso. No se llega a la zona social de inmediato. Primero se entra al jardín con piscina, que es el eje sobre el que gira la casa y el elemento que articula los dos volúmenes que la constituyen.
Luego de un recorrido paralelo a la piscina se accede a la zona social, tres escalones más abajo. Con este gesto se recrea el concepto de “paseo arquitectónico” implementado por Le Corbusier en muchas de sus obras.
Esta casa medianera está flanqueada por calles que determinan sus dos fachadas. La zona social se abre a una de ellas.
Cuando se recogen las puerta ventanas, y la sala y el comedor se funden con el exterior, se manifiesta ese concepto de fusión que no permite delimitar donde empieza y termina el interior; condición que se da tanto hacia el jardín y la piscina como hacia la vía. Para matizar la presencia de las construcciones vecinas y la congestión de la calle se sembraron enredaderas, que se descuelgan de la cubierta del segundo piso formando una cortina vegetal que agrega color a esta casa en la que se privilegia el blanco y el negro.
Y es que la vegetación ocupa un papel fundamental en la actualización de la casa ya que los planos que delimitan el jardín también se han cubierto con especies vegetales, conformando muros verdes que refrescan el lugar y armonizan muy bien con el nuevo enchape de la piscina en agradables tonos azul turquesa.
La jardinera diseñada originalmente entre la sala y el jardín tiene el papel de darle un poco de privacidad a la zona social. Así se logra protección contra la radiación solar y una vista refrescante desde el interior. Las plantas también se instalaron en el segundo piso, a lo largo del hall, haciendo lo propio en el segundo nivel.
Sobre el mármol negro veteado original de la zona social, ahora se instala una mezcla ecléctica de muebles, algunos contemporáneos y otros con una vigorosa carga étnica, producto de una cuidadosa selección realizada por Margarita Gómez y la arquitecta Denise Akerman, ambas propietarias de almacén de diseño e interiorismo Design Amour.
Como elemento de contacto entre la cocina y el comedor, Cecilia Fernández diseñó una barra donde se pueden presentar la comida y los cócteles para agasajar a los amigos.
La barra es de madera con un acabado en pintura de poliuretano que tiene como superficie un planchón de cedro reciclado que le da un toque orgánico a la propuesta, y tras ella está la cocina, renovada por completo gracias a un trabajo conjunto entre la arquitecta y Design Amour. Aquí se da un juego interesante en blanco y negro a partir del piso de franjas de mármol blanco Marmara y negro Marquina.
Con un diseño en escuadra, los muebles de la cocina cuentan con un acabado en poliuretano. Sobresalen detalles como el salpicadero enchapado en baldosas plateadas que resalta la estufa industrial.
Desde allí se pueden apreciar otros detalles arquitectónicos de la casa como la celosía diseñada para delimitar el estacionamiento, que también mira al semisótano donde se sitúan la habitación de servicio, el depósito y el patio de ropas.
Gracias a un cerramiento concebido con paneles de madera plegables, la cocina puede integrarse o independizarse por completo del comedor y la sala. En este mismo nivel se sitúa el baño de visitas revitalizado a partir de la misma paleta de color.
Una escalera de pasos muy ligeros, que se apoya en una viga estructural, sube al área privada en la segunda planta, que se compone de cuatro habitaciones, una de ellas convertida en estudio abierto.
Como antesala de estos espacios privados y de la habitación principal se halla un estar abierto a la piscina, donde una hamaca permite disfrutar la brisa de la tarde y el paisaje que conforman los helechos que se descuelgan sobre la jardinera.
La presencia de la naturaleza refresca el recorrido hacia las habitaciones de los niños. Los acabados de los baños, algunos con un toque retro, le marcan el tono a estas estancias. En uno de ellos, el mosaico de vidrio XelHa de colores, y en el otro, las piezas de mármol blanco Ibiza y los planos de vidrio templado junto al lavamanos. Allí se destaca el soporte de acero cromado y cubos de almacenamiento con acabado en pintura de poliuretano color acqua, diseñados por Design Amour.
A pesar de que esta casa se diseñó hace más de sesenta años, la actualidad de los conceptos que la inspiraron han mantenido su vigencia en el tiempo y la casa sigue en pie para que una nueva familia empiece a escribir allí su historia.