Mauricio Riaño Martínez / Redacción
 
Se podría catalogar como uno de los salones de onces más antiguos de Bogotá. Desde que se fundó en 1816 ha estado en el mismo lugar y debido al frío que hacía en la época, mucho más que el de ahora, era una de las aguapanalerías más frecuentadas. (Conozca la Pastelería La Florida)
 
La forma de llegar es muy fácil y de allí su nombre, se encuentra ubicada frente a las puertas falsas de la Catedral Primada de Colombia, en la Plaza de Bolívar de Bogotá y junto a la Casa Museo 20 de Julio. (No deje de conocer el Café Pasaje)
 
Este tradicional lugar se ha conservado en el tiempo y en la misma casa que tiene una construcción de más de 400 años. Una de sus vecinas y clientas más especiales fue Manuelita Saenz, quien compraba “la marquesa de guanábana con mora”, el dulce más representativo y que todavía se fabrica. 

Testigo de la historia bogotana

Esta casa de la época de la colonia, cuando predominaba el dominio español, conserva las vigas, escalera, puerta y mobiliario de madera. Un hueco en el que se ha puesto un altar a la virgen, evidencia el gran grosor de las paredes de adobe, y las vigas de los techos con su deformidad natural, son una muestra de la belleza de esta antigua construcción.
 
Con sus tradicionales tamales acompañados por un legítimo chocolate santafereño, dulces caseros y una de las mejores agua de panela de la ciudad, ha recibido personalidades desde el caudillo Jorge Eliecer Gaitán, hasta artistas actuales internacionales como la agrupación Coldplay, quienes encantados con el lugar, se tomaron fotos y las compartieron en sus redes sociales.
 
Juan Francisco Piñeros Sabogal, quien administra el lugar, comenta que el sesenta por ciento de su clientela son generacionales, una tradición que ha pasado de padres a hijos, entre los que recuerda que alguna vez Ernesto Samper en su periodo presidencial, entró al negocio y contó que cuando era niño frecuentaba el lugar junto con su padre para comprar dulces.
 
La señora Lucila Rubio de Sabogal ha sido la integrante de la familia que más tiempo ha administrado este salón de onces, setenta años, y antes de morir dejó la voluntad que la administración se dividiría entre sus dos hijos cada cuatro meses.
 
Las historias han sido muchas, entre ellas se destaca que cuando se abrió la urna centenaria del archivo de Bogotá cerrada en 1911, se encontró un papel con una cuenta pendiente a pagar, prueba de que desde hace más de un siglo este lugar ha deleitado con sus delicias hasta los altos mandos de la ciudad. Cuando ocurrió “El bogotazo”, se salvó de desaparecer cuando incendiaron al lado la Casa del Florero, y fue el lugar que abasteció a las personas atrincheradas en los edificios estatales.
 
Fuente: Juan Francisco Piñeros Sabogal
 
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